por Fabiana Malacarne
En Argentina, el primer cultivo genéticamente modificado que se introdujo fue la soja tolerante al herbicida glifosato durante la campaña agrícola 1996/97, un año después de su liberación comercial en Estados Unidos. Esta adopción temprana fue favorecida por varias causas: a) la similitud entre las condiciones agroecológicas de EE.UU. (donde fue desarrollada la tecnología) y Argentina; b) la existencia de una industria semillera consolidada que contaba con germoplasma de calidad adaptado a las diferentes zonas agroclimáticas del país; c) la existencia de un plantel de profesionales altamente capacitados con las herramientas necesarias para la incorporación rápida de las nuevas tecnologías, y; d) la existencia previa de un sistema de bioseguridad para la evaluación de la seguridad ambiental y alimenticia de los nuevos productos.
Para el año de aparición de la soja tolerante a glifosato, ya existía en Argentina una importante actividad de fitomejoramiento y actualmente el país cuenta con 28 eventos aprobados: cinco de soja, tres de algodón y 20 de maíz. Las principales características introducidas han sido la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas y en las últimas campañas se ha observado una fuerte adopción de maíz con eventos acumulados. Durante los últimos años se han realizado diferentes acuerdos público-privados de investigación para trabajar en nuevas características y cultivos, dando como resultado el descubrimiento y patentamiento de un factor de transcripción de girasol que brinda tolerancia a sequía y salinidad. Pruebas de campo en soja, maíz y trigo han mostrado resultados promisorios y se espera que para el 2015 la tecnología esté disponible para su comercialización. Otro avance importante en la producción, en este caso, de biocombustibles es la caña transgénica tolerante a glifosato, que según aspiraciones del Ministerio de Agricultura de la Nación podría salir al mercado el próximo año. De ser así, Argentina sería el primer país en aprobar una caña genéticamente modificada.
Alrededor de 19 millones de hectáreas fueron sembradas con soja tolerante a glifosato en 2010/2011.
En la campaña 2010/11, de las casi 22,9 millones de hectáreas sembradas con cultivos GM, alrededor de 19 millones correspondieron a soja tolerante a glifosato, 3,5 millones a maíz y 614.000 hectáreas a algodón, lo que representa aproximadamente el 100% de la soja y el algodón y el 86% del maíz. En el caso de la soja, la disponibilidad de variedades transgénicas tolerantes al glifosato, proveniente de compañías multinacionales o nacionales licenciatarias de la tecnología y la alta rentabilidad del cultivo son las causas del aumento en el área sembrada, llegando a zonas no tradicionales para la agricultura. La excelente rentabilidad de la soja se debe a los elevados precios internacionales ocasionados por una fuerte demanda global y bajos costos de producción. Estos últimos debido al control de malezas con glifosato (herbicida de bajo costo) y al reemplazo de las labranzas mecánicas por la siembra directa que reduce los costos de maquinaria, combustible y mano de obra. En 15 años de cultivos transgénicos, Argentina ha obtenido un beneficio de más de 70 mil millones de dólares de los cuales cerca de 57 mil millones fueron para los productores, contribuyendo con su oferta de soja a disminuir en un 14% el precio internacional del grano. La práctica de siembra directa y el uso de soja GM permitió incorporar al circuito productivo del país alrededor de tres millones más de hectáreas con el doble cultivo trigo-soja.
La agrobiotecnología es una herramienta científico-técnica que se ha incorporado al fitomejoramiento en las últimas décadas. Su aparición marcó el fin de la barrera del cruzamiento sexual y permitió la incorporación de mayor diversidad biológica a los cultivos. El impacto causado ha sido general y un análisis de lo ocurrido desde la aparición de los primeros cultivos transgénicos, indica que los beneficios son perceptibles a todo nivel. Todos los países que los siembran se han favorecido y el efecto ha sido mayor en los países en vías de desarrollo, incluyendo beneficios para los pequeños agricultores. La reducción de costos de implantación, facilidad de manejo, aumento de la productividad, reducción del uso de agroquímicos de alto y medio nivel de riesgo, es uno de los ejemplos más evidentes. El uso de cultivos GM contribuirá a disminuir también los efectos del cambio climático, impactando en el consumo de combustibles fósiles y reduciendo el consumo de agua. De esta manera la agrobiotecnología constituye una herramienta muy importante para alcanzar la seguridad alimentaria y mejorar la calidad de vida de millones de personas.
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