por Cristina Dorador
Crecí bajo mucho sol, rodeada de cerros sin vegetación y un mar de azul profundo. Cuando uno nace y crece en el desierto, la tierra en los zapatos y la búsqueda de sombra para palear el calor es algo normal. Los colores de la pampa desnuda al atardecer son el presagio de que luego aparecerán las estrellas en aquel cielo puro e infinito. Ya no es un misterio que la vida está presente en la mayoría de los ambientes naturales de la Tierra y que ésta es mayormente microbiana. Lo que nos parecía inerte, en realidad está lleno de vida.
El Desierto de Atacama no es la excepción. En el Atacama se pueden encontrar distintos ambientes acuáticos, remanentes de antiguos lagos que ocuparon esta zona hace millones de años y que hoy albergan una enorme biodiversidad, incluyendo especies endémicas de plantas y animales—y microorganismos que son testimonio viviente de las distintas condiciones límite de vida en el planeta. Pero, a pesar de su alta importancia biológica, los humedales del norte de Chile y sus microorganismos están bajo constante amenaza por la alta demanda de agua en la región.
A pesar de su legado histórico, científico y cultural, los humedales del norte de Chile están bajo constante amenaza por la alta demanda de agua debido a las faenas de la gran minería y otras actividades productivas, incluyendo prospecciones geotermales. Cada vez que voy al Altiplano, me queda una sensación de incertidumbre respecto a la conservación y futuro de los salares y humedales: tuberías nuevas, perforaciones y nuevos caminos aparecen por doquier. Me atrevería decir que quedan pocos lugares no intervenidos o que no han sido explorados con fines productivos.
Conservación
Se han descrito cerca de 50 cuencas cerradas evaporíticas (salares) en el norte de Chile (costa, desierto y altiplano), los cuales poseen las mayores reservas de agua dulce del norte de Chile y varios son considerados sitios RAMSAR–humedales de importancia internacional–principalmente por las aves acuáticas presentes y con distinto grado de protección ambiental de parte del Estado de Chile, incluyendo el Parque Nacional Lauca, que es Reserva de la Biósfera de la UNESCO. El turismo en el norte de Chile gira en torno a estos hábitats únicos a nivel mundial, donde es posible apreciar paisajes contrastantes, inmensos, extremos, que junto a la diversidad biológica ya señalada, configuran imágenes y sensaciones irrepetibles.

Estos sistemas son altamente complejos. Al estar ubicados en un ambiente con condiciones consideradas “extremas”, se configura una biota única y altamente diversa. A nivel microbiano, esta diversidad se manifiesta con la presencia frecuente de grupos de bacterias, arqueas y hongos específicos para cada salar, los cuales serían la base de funcionamiento energético y trófico de estos ecosistemas acuáticos.
Estos microorganismos tienen un gran potencial en la producción de compuestos bioactivos que podrían ser usados en la industria farmacológica o biotecnológica en general, por lo que es necesario realizar mayores investigaciones en esta área para contribuir a la valorización de estos ambientes, además de su valor natural intrínsico, y poder dar mayores argumentos científicos para una protección urgente.
El conflicto surge cuando uno quiere hablar de conservación de estos ambientes. Aquellos que se encuentran en reservas o parques nacionales, poseen este estatus debido a condiciones particulares, ya sea la presencia de las tres especies de flamencos que habitan en Chile o la alta diversidad de flora y fauna presente, como el Parque Nacional Lauca. Sin embargo, la mayoría de ellos no se encuentran dentro de las áreas silvestres protegidas (Parque Nacional, Reserva Natural, Monumento Natural) y quedan a merced de las solicitudes de extracción de agua o directamente de minerales (Boro, Litio, etc.). Entonces, ¿cómo se defienden estos frágiles ecosistemas?
Quizá una solución es ampliando las áreas de protección pero para eso necesitamos mayores argumentos y presencia científica en la toma de decisiones ambientales.
El agua sustenta la vida en el desierto. Cualquier gota de agua puede ser un micro hábitat para el desarrollo de algún microorganismo, que tendría una función ecosistémica específica e importante. Gracias a nuevos avances tecnológicos, como la secuenciación masiva de ácidos nucleicos, estamos entendiendo cada vez más lo intrincado de las relaciones microbianas y su efecto a escala mayor, incluyendo efectos globales como el cambio climático.
Investigaciones y el futuro
La mayoría de las publicaciones realizadas sobre la microbiología del Desierto de Atacama está hecha por grupos de investigadores extranjeros, los cuales tempranamente han investigado las adaptaciones que tienen los microorganismos a estas condiciones ambientales (extremófilos), utilizándose varios de estos ejemplos en estudios de astrobiología.

En nuestro grupo de investigación en la Universidad de Antofagasta estamos interesados en comprender la magnitud de la diversidad microbiana en estos ambientes, su significado funcional y cómo se pueden adaptar a condiciones límite de la vida.
En un proyecto reciente financiado por FONDECYT, estamos analizando con técnicas metagenómicas la llamada “Biósfera Rara”, la cual describe aquellos microorganismos poco frecuentes pero que son mayoría en las comunidades microbianas. Queremos probar que estos microorganismos tienen un rol importante en el ecosistema a pesar de estar poco representados y que además, soportan condiciones ambientales extremas, lo cual analizaremos con experimentos de laboratorio.
Creo que estos resultados además de ser un importante aporte a la ecología microbiana, nos ayudarán a valorizar aún más estos ecosistemas acuáticos únicos en el mundo, debido no solo a las condiciones extremas que poseen, si no que son remanente de un pasado muy diferente al que vemos hoy en el Desierto de Atacama.
El futuro es microbiano y nuestro pasado también.
Cristina Dorador es doctora en ciencias naturales en el laboratorio de Complejidad Microbiana y Ecología Funcional, Instituto Antofagasta, Universidad de Antofagasta, Antofagasta, Chile