Por Flor Trejo Rivera
Hace 385 años, una flota zarpó de Veracruz con destino a La Habana, y sufrió un accidentado viaje que impidió el arribo al puerto de algunas de sus embarcaciones. ¿Cuál es su historia? La Flota de la Nueva España estaba compuesta por once embarcaciones mercantes y dos navíos de guerra, el Santa Teresa ―navío capitana― y el buque almiranta Nuestra Señora del Juncal. En sus bodegas transportaban mercancías como tintes, maderas preciosas, seda y cacao. Y en el Santa Teresa y Juncal se resguardaban los metales para el rey: casi dos millones en plata y reales.
La presencia de holandeses en la ruta sumado a la muerte del capitán general en el puerto de Veracruz, retrasó la salida del convoy hasta el 14 de octubre de 1631. Los navíos quedaron atrapados en dos nortes mientras navegaban hacia La Habana. La mayoría de los buques mercantes lograron regresar a algún punto de la costa y guarecerse, pero el Santa Teresa y el Juncal se perdieron en una noche lluviosa en la Sonda de Campeche. Algunos de los 39 sobrevivientes del Juncal dejaron testimonio de la tragedia. El relato del último momento, escrito por un religioso es estremecedor:
El buzo intentó hacer algunas reparaciones pero no funcionaban. La víspera de Todos Santos, por la mañana, fue abajo el piloto menor y dijo pongámonos bien con Dios que ya no tenemos remedio, luego desmayaron todos y el agua en menos de dos horas subió una vara sobre los baos, todos trataron de ponerse bien con Dios confesándose con tres confesores que llevaba la nao […] y aunque les decía el almirante que sacasen agua que el piloto decía que estaban cerca de tierra y los consolaba no bastaba[…] poco después de la oración, con todos estos mares y borrascas, se abrió la nao por la proa entrando gran cantidad de agua[…]
Desde el día del fatídico accidente, la localización de estos galeones no ha dejado la mente de aventureros, buscadores de tesoros y científicos.

Investigadores de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH en conjunto con oceanógrafos de la UNAM y especialistas en geofísica realizan un proyecto interdisplinario para localizar los restos del Juncal, el único con datos sobre el accidente.
¿Cómo se diseña una estrategia de búsqueda ante una pregunta tan compleja?
Primero se realizó investigación en archivos históricos para comprender el tipo de barco y la cultura material que permita identificarlo, y también entender los conocimientos náuticos y geográficos que los marinos del siglo XVII tenían para orientarse en el mar. Desde la arqueología se hizo un registro de otros naufragios en el área de estudio a partir de información de pescadores y, finalmente, con oceanógrafos se estudió el comportamiento de las corrientes en el Golfo de México y los eventos climáticos registrados en la zona.

El área de búsqueda fue establecida a partir de un modelo matemático de corrientes que incluyó los resultados de la investigación histórica, cartográfica, el arte de navegar y la construcción naval en el siglo XVII, los accidentes navales registrados así como el funcionamiento de las corrientes en la Sonda de Campeche en octubre de 1631.
Además se hizo un estudio de registros climáticos a lo largo de 300 años en el Golfo de México y la presencia de El Niño, un fenómeno climático cíclico que afecta las corrientes del Pacífico y tiene repercusiones importantes en el clima a nivel global, para comprender con mayor precisión a lo que se enfrentó la flota de estudio. En el 2012, con una zona de búsqueda de 1,750 km2, se realizó una campaña de mar de 45 días de prospección geofísica a bordo del buque oceanográfico Justo Sierra, obteniéndose resultados prometedores para la arqueología subacuática en México.

Se logró prospectar un área de 385.50 km2, con un registro de más de cinco mil puntos para analizar, utilizando datos de sonar y anomalías magnéticas. Los blancos de sonar representan figuras irregulares en el subsuelo marino. Para los datos de sonar, los ojos expertos de los geofísicos, pueden distinguir rasgos de carácter antrópico o cultural en el suelo marino que representen los restos de un naufragio.
Las anomalías magnéticas, por su parte, indican la presencia de elementos metálicos como cañones, pernos u otros restos metálicos del naufragio. Con el análisis en gabinete se redujo a un poco más de cien referencias a verificar. Cuando se tiene un universo tan amplio de información, es necesario establecer criterios para seleccionar lo más prometedor. Así, tomamos en cuenta la intensidad en gamas de los datos del magnetómetro, el aparato que registra la presencia de objetos metálicos.
Finalmente, es necesario que coincidan en un área los blancos de sonar con una o varias anomalías magnéticas. Nuestro punto más esperanzador es un afloramiento de lastre de 22 metros de largo por 10 metros de ancho, cifras cercanas a las medidas de un galeón del siglo XVII.
Estamos preparando la próxima expedición.
Flor Trejo Rivera es investigadora en la Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.
Foto portada: Nuestra Señora del Juncal en la noche del 31 de octubre de 1631. Óleo de Alba Farré. INAH/SAS.